¡Ey, ey, ey! ¿Cómo van las cosas? Si estás leyendo esta entrada es porque eres de los míos y quieres dejarlo: te encanta Netflix y comer patatas mientras tanto. Peeeeeeeeeeero, eso no está nada de bien. Así que te voy a contar cómo ver series sin comer compulsivamente.
Spoiler: el problema no eran las series… era lo que hacían mis manos mientras tanto.
🍟 Capítulo 1: El mando en una mano, las patatas en la otra
Hay cosas que van juntas por naturaleza: Batman y Robin, el pan y la Nutella, y en mi caso… Netflix y patatas fritas. Era automático. Ponía una serie y mi cerebro gritaba:
— ¡Corre al armario, saca algo crujiente, que esto va para largo!
No importaba si era drama, comedia o documental de delfines. Cada vez que aparecía la intro de Netflix, mi estómago se preparaba como si viniera un buffet libre.
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🛋️El ciclo infinito: sofá, serie, snacks, arrepentimiento
Así funcionaba el sistema:
- Abro Netflix.
- Elijo serie con argumento cuestionable (pero adictiva).
- Me siento en el sofá “solo a mirar un capítulo”.
- Aparece el hambre ficticia.
- Patatas. Galletas. Cualquier cosa que haga “crunch”.
- Episodio 5. Miro la bolsa vacía. Pienso en mi vida.
- Prometo que mañana empiezo a cuidarme. (Spoiler: no.)
🧠¿Por qué pasa esto? (Según yo y un poco de ciencia también)
Resulta que cuando estamos viendo series, el cerebro se relaja tanto que entra en modo piloto automático. Y claro, si tienes una bolsa de patatas a mano, la mano se encarga sola. No hay hambre real. Es costumbre. Es aburrimiento. Es emoción mal canalizada.
Y seamos honestos: en cuanto alguien muere, engaña, confiesa algo o aparece un nuevo giro dramático, uno dice:
— Necesito una patata para procesar esto.
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🥦Cómo rompí el hechizo (sin dejar de ver series)
Que nadie se asuste: no dejé Netflix. Pero sí dejé de verlo como excusa para comer porquerías. Aquí va mi plan maestro:
- 1. Prohibido comer frente a la pantalla: Al principio costó. Sentía que faltaba algo. Como ver la peli sin sonido. Pero al cabo de unos días, me di cuenta de que la serie me bastaba sola.
- 2. Snacks sanos, pero de verdad: Palitos de zanahoria, garbanzos tostados, manzana en rodajas con canela. Al principio me sentía medio hippie, luego lo agradecí.
- 3. Moverme entre capítulos: Me obligué a levantarme y estirarme entre episodios. A veces daba vueltas por casa como un Sims. Pero funcionó. Rompía el bucle de sofá eterno.
- 4. Serie = momento de relax, no de castigo calórico: Empecé a darme cuenta de que no tenía que asociar cada episodio con comer. Podía disfrutar sin culpa, sin grasa y sin migas entre los cojines.
🥳Epílogo: ahora las patatas no mandan (pero siguen gustándome)
No te voy a mentir: me siguen gustando las patatas. Pero ahora no me controlan. Yo decido cuándo comerlas, no un algoritmo que reproduce automáticamente el siguiente capítulo.
Y sí, aún me trago series enteras en dos días, pero ya no con la panza llena de remordimientos.
¡Y hasta aquí el post sobre cómo conseguí ver series sin comer compulsivamente!