Cómo me mentalicé a hacer ejercicio después de un huevo de tiempo

Mel
By Mel
5 Min Read

¡Ey, ey! ¿Cómo lo estás llevando? Empezar a hacer ejercicio cuando llevas años siendo campeón olímpico del sofá no es fácil. Pero si yo pude, que jadeaba subiendo un bordillo, tú también puedes. Spoiler: no necesitas un entrenador, solo ganas… y un poco de humor.

Dato importante: no empecé a hacer ejercicio viendo vídeos fit de gente en Instagram. ¡Avisado quedas!

🍩 El sofá era mi mejor amigo (y un poco tóxico también)

Durante años, mi relación más estable fue con el sofá. Me entendía. No me juzgaba cuando cenaba pizza viendo series en Netflix, ni cuando decía «mañana empiezo» con una bolsa de patatas en la mano. El problema es que ese sofá, que parecía tan inocente, me estaba saboteando la vida… y el pantalón vaquero, que ya no subía del muslo.

¿Hacer ejercicio? Yo decía:
Sí, claro, ahora mismo salgo a correr… en la PlayStation.

📆 El día que algo hizo clic (spoiler: no fue una iluminación divina)

No hubo un rayo del cielo ni apareció ningún entrenador buenorro a salvarme. Fue algo más simple. Un día subí las escaleras hasta casa y llegué arriba con más respiración que Darth Vader. Pensé:
¿Esto es normal? ¿Voy a necesitar un desfibrilador cada vez que suba a mi casa? ¡Por el amor de Dios!

Y ahí, amigas y amigos, me cayó la ficha. No porque quisiera ser modelo de gimnasio. Sino porque quería poder hacer mi vida sin parecer que acababa de correr una maratón en el desierto.

Post recomendado: Técnica Pomodoro: ¿para qué sirve y por qué es aconsejable para estudiar?

🧃 Dejar los refrescos dolió más que una sentadilla

¿Mentalizarme para hacer ejercicio? Vale. Pero antes tuve que romper con otra relación tóxica: los refrescos. Ay, esas burbujitas traicioneras
Yo decía que los bebía «por el gas». Mentira. Los bebía porque sabía que eran malos y yo, rebelde como soy, me hacía la interesante.

Dejarlos fue difícil. Pero empecé a notar que tenía menos sueño y, oye, hasta la cara me cambiaba. El azúcar te deja el alma como una camiseta mojada: pegajosa, incómoda, triste.

De todas formas, ya te contaré esa historia (porque tiene mucha tela que cortar) en otro post para más adelante. ¡Vete mentalizando para el drama!

🧘‍♂️ Cómo logré hacer ejercicio sin que pareciera una auténtica tortura medieval

Aquí va lo que me sirvió de verdad (y no son frases de taza):

  • Cero presión: Empecé con paseos. Sin cronómetro. Sin metas. Solo andar como si estuviera espiando a los vecinos (pero sin ser creepy).
  • Humor: Cada vez que me sentía ridícula haciendo sentadillas, me imaginaba a mí mismo como un pato de dibujos animados. Me reía. Y seguía.
  • Música con ritmo: Si no puedes correr al ritmo de Bad Bunny, al menos camina como si estuvieras en un videoclip.
  • Mini metas realistas: Hoy 10 minutos. Mañana 12. Pasado 15. El secreto es que el cuerpo se vaya acostumbrando… como cuando metes los pies en una piscina fría: poco a poco, y sin drama.

Sobre esto también te hablaré largo y tendido, porque no pretendo que este primer post (casi casi de presentación) sea excesivamente largo. ¡Prepárate para el melodrama!

💬 ¿Y la motivación para hacer ejercicio?

Olvídate de la motivación. No va a venir a tocarte la puerta. A veces ni siquiera te manda WhatsApp. Lo que me ayudó fue crear una rutina tan básica que pudiera hacerla incluso medio dormida. Porque la motivación es como el WiFi: se va cuando más la necesitas. Pero la constancia, esa sí que es buena compañera.

No esperes al lunes, al año nuevo o a que tu pantalón estalle. Hazlo por ti. Por tus pulmones. Por tu autoestima. Y, por qué no, para que el espejo deje de parecer un enemigo.

Y si un día no puedes, no pasa nada. El sofá te va a seguir queriendo. Solo que ahora tú ya no lo visitas tanto.

Share This Article
Leave a comment

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *