Luchar contra mis excusas: cómo dejé de ser la reina de los «mañana empiezo»

Mel
By Mel
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Si alguna vez dijiste “es que hoy llueve”, “mañana me levanto temprano y salgo” o “no es pereza, es que me duele un poco el alma”, este artículo es para ti. Hoy te cuento cómo aprendí a cómo dejar de poner excusas para no hacer ejercicio mis y a no dejar que me arrastraran otra vez al sofá.

🛋️ Capítulo 1: El día que me di cuenta de que tenía excusas premium

Las mías no eran excusas normales. Eran excusas gourmet, con argumentos, dramatismo y hasta banda sonora. Algunas de mis favoritas:

  • “Hoy no, que hace frío. El cuerpo necesita calor, no cardio.”
  • “No es el momento, necesito una esterilla especial y no la tengo.”
  • “Mejor empiezo el lunes. Hoy es jueves. Jueves no se empieza nada.”

Podría haber escrito un libro: “100 excusas para no mover el culo (y cómo hacerlas creíbles)”.

Pero un día, después de cinco minutos luchando por subirme un pantalón, me dije:
¿Y si el problema no es la falta de tiempo, sino la cantidad de películas que me cuento?

Boom. Plot twist. Ese fue mi primer paso para entender cómo dejar de poner excusas para hacer ejercicio.

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🧠 Capítulo 2: La verdad sobre las excusas (esa que no queremos oír)

Las excusas son cómodas. Son suaves. Son como esa mantita de sofá que huele a domingo. Pero también son el freno de mano de nuestras ganas. Nos convencen de que no se puede… cuando en realidad lo que no queremos es pasar por el momento incómodo de empezar.

El truco está en entender que las excusas no son razones reales, son resistencias emocionales. A veces miedo. A veces inseguridad. O pura costumbre. Pero no son la verdad.

Y cuando las ves así, de frente, pierden poder. O al menos, ya no se disfrazan de lógica.

🔧 Capítulo 3: Cómo dejar de poner excusas para hacer ejercicio (a modo personal)

Aquí va lo que me sirvió (después de muchos intentos y alguna que otra charla mental frente al espejo):

1. Empezar sin ganas, pero empezar

Esperar a estar motivado es como esperar a que Netflix deje de subir series buenas: no va a pasar. Así que me dije: hazlo sin ganas, que la motivación viene después. Spoiler: funciona.

2. Decirme la verdad con cariño

En vez de decir «no tengo tiempo», me decía: «no lo estoy priorizando». ¡Pum! Sin culpas, pero con claridad. Y eso me daba el poder de decidir mejor. Porque para saber cómo dejar de poner excusas para hacer ejercicio, hay que empezar por dejar de engañarse.

3. Hacer que fuera imposible poner excusas

Puse las zapatillas a la vista. Dejé la esterilla tirada (elegantemente) en el suelo. Hice espacio para el movimiento. Porque si tienes que buscarlo todo cada vez, tu cerebro dice: Demasiado esfuerzo. Vamos a ver una serie mejor.

4. Convertirlo en un ritual (no una obligación)

Puse música, me reí de mis posturas raras, me grabé haciendo sentadillas (¡me daba la risa!). Convertí el ejercicio en algo divertido. Aunque pareciera un perezoso bailando zumba, lo hacía. Y eso bastaba.

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🎯 Capítulo 4: No soy un robot, y tú tampoco

Hay días en los que las excusas ganan. Y está bien. La diferencia está en no dejar que ganen todos los días. En vez de exigirme perfección, me exijo intención. Hoy no lo logré, vale. Pero mañana lo intento otra vez. Esa es la clave.

Y te lo digo desde el cariño: no necesitas ser ultra disciplinado. Solo necesitas querer dejar de repetirte las mismas historias una y otra vez.

¡Y hasta aquí la historia sobre cómo dejar de poner excusas para hacer ejercicio contado a modo de experiencia personal!

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