Así que te cuento mi travesía: cómo pasé de ser una persona que solo estiraba el pijama, a una que ahora hace estiramientos y dice cosas como “¡Uy, hoy me siento más suelta!” sin ironía. Y lo mejor: ahora sí conozco los beneficios de estirar, y los disfruto cada día.
Spoiler: no me convertí en yogui, pero ahora me toco los pies sin llorar.
Durante años pensé que “estirar” era algo que uno hacía cuando bostezaba o cuando el elástico del pantalón se aflojaba. Yo no estiraba músculos… estiraba excusas. Pero, mira tú por dónde, la vida (y mi espalda de señora de 80 en cuerpo de treintañera) me enseñó que estirar no es opcional cuando ya crujes más que los cereales del desayuno.
🦥 Capítulo 1: El cuerpo lo pidió… a gritos
Todo empezó una mañana cualquiera. Me levanté, me estiré como un gato… y me quedé medio doblada. No era un ataque de drama: era mi espalda diciendo “te tengo que enviar señales más fuertes o qué”.
Llevaba semanas con molestias, tensiones, la clásica “nuca de piedra”, y una flexibilidad comparable con la de un ladrillo mojado.
Así que, lo reconozco: no fue la iluminación divina. Fue el dolor. El miedo a convertirme en estatua viviente me llevó a googlear: “estiramientos básicos para personas que crujen”. Fue así como me topé por primera vez con todos esos famosos beneficios de estirar que prometen milagros. Y mira, algo de cierto tenían.
Post recomendado: Me apunté al gimnasio y casi me rompo el alma (y el ego)
🤸 Capítulo 2: El primer intento (spoiler: ridículo)
Vi un vídeo de estiramientos suaves. 10 minutos. Música relajante. Gente en ropa de yoga haciendo cosas aparentemente simples.
Spoiler: no eran simples. La primera postura era tocarse los dedos de los pies. Yo apenas llegaba a las rodillas y eso ya con esfuerzo. Me miré al espejo, roja, temblorosa, y pensé:
—¿Cómo puede ser que mi cuerpo sea tan vago y tan tenso a la vez?
Ese fue mi primer contacto real con el mundo del estiramiento. Y aunque mi ego salió magullado, mis músculos dijeron: “oye, esto no está tan mal… será eso de los beneficios de estirar que tanto repiten”.
😬 Capítulo 3: El momento en que casi abandono y no veía los beneficios de estirar
A los tres días ya quería tirar la toalla (literalmente). No veía avances, no me relajaba, y encima me dolía el trasero por sentarme “en postura de mariposa”.
Pero una noche, después de un estiramiento corto, dormí mejor.
Y al día siguiente, al agacharme a recoger un calcetín (sí, mi vida es apasionante), no escuché el crujido habitual. Fue ahí donde dije: “esto… está funcionando”. Claramente, los beneficios de estirar empiezan a sentirse cuando menos te lo esperas.
🧘♂️ Capítulo 4: Me convertí en esa persona (pero de andar por casa)
No, no me compré leggings de 70€ ni me apunté a yoga aéreo.
Pero empecé a estirar todos los días.
Con música, con vídeos, a veces improvisando. A veces en pijama. Bueno, muchas veces en pijama. Casi siempre.
Poco a poco…
- Empecé a agacharme sin miedo a quedarme abajo.
- Dejé de tener dolores raros después de estar mucho rato sentado.
- Descubrí que estirar también me calma. Es como reiniciar el cuerpo sin necesidad de formatearlo.
Y todo eso sin haberme convertido en gurú del yoga, solo gracias a los maravillosos beneficios de estirar un poco cada día.
💡 Beneficios de estirar (según Google y yo)
- Te duele menos todo. Hasta el alma.
- Te sientes más ligero. Aunque sigas pesando lo mismo, te mueves como si no arrastraras una armadura emocional.
- Mejora tu postura. Porque dejas de parecer una interrogación andante.
- Duermes mejor. De verdad. Haz estiramientos suaves antes de dormir y verás.
- Disminuye el estrés. Porque respirar hondo mientras estiras es como decirle al cuerpo “tranqui, todo va bien, no somos un cactus”.
En resumen: los beneficios de estirar son tantos y tan visibles que ahora me siento rara si paso un día sin mover aunque sea el cuello.
Post recomendado: Expectativa vs realidad: lo que nadie te cuenta de estudiar a distancia
🔄 Rutina realista para humanos que estiran y bostezan
✨ Mi rutina de estiramientos (nivel: sobrevivir sin lesionarse)
- 1 minuto: cuello (rotaciones suaves, sin parecer un exorcismo).
- 2 minutos: hombros y brazos (estirar como si abrazaras al aire).
- 2 minutos: espalda y cintura (torsiones de lado, tipo «oh, me caí al sofá pero con estilo»).
- 3 minutos: piernas y pies (tocar los pies es meta, no obligación).
- 2 minutos: respiraciones profundas, tumbado, con música de ballenas si hace falta.
Total: 10 minutos. Cero trauma. Músculos felices. Y si te lo preguntas: sí, todos estos minutos traen consigo beneficios de estirar para el cuerpo y el alma.
Hoy estiro todos los días. A veces cinco minutos, a veces veinte. A veces con energía zen, otras veces mientras suena reguetón de fondo. No soy la reina del yoga, pero soy alguien que cuida su cuerpo un poquito más cada día.
Y si tú, que estás leyendo esto, crees que estirar es solo para contorsionistas o para gente que desayuna kale… piensa que yo también creía eso.
Hasta que un día, dejé de estirar solo el pijama.
Y te juro que los beneficios de estirar se notan. Mucho.